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La verdad de las mentiras

¿Leemos los Psicoterapeutas los pensamientos de las personas que atendemos en la consulta?
No, no somos superhéroes, no tenemos ese poder, nos tenemos que conformar con preguntar para saber qué piensan las personas. Eso sí, somos expertos en hacer las preguntas adecuadas, en los momentos adecuados y de la manera adecuada, sin juzgar y haciendo que las personas se sientan entendidas en lo que les pasa y contenida en sus emociones para que en un clima de seguridad nos cuenten lo que les pasa. Para eso sí que hemos estudiado, nos hemos entrenado y hemos desarrollado habilidades.
Solemos ser muy crédulos. Si alguien nos dice que no le pasa nada, o que se encuentra bien o nos explica que está mejor, no tenemos motivos para no creerlo. A veces es evidente que la persona está mal, aunque no lo diga, otras intuimos que sí está mal, aunque lo disimule muy bien (ya sea consciente o inconscientemente), entonces seguimos preguntando o utilizamos otras técnicas propias de la entrevista psicológica, pero nunca se nos ocurre pensar que en realidad la persona está mal, pero todavía no se ha enterado y por eso no lo dice.
Todos sabemos lo que nos pasa, aunque a veces no tengamos la capacidad de manifestarlo de manera clara, abierta o fácil, e incluso lleguemos a ser muy retorcidos en la forma de darlo a entender. Por eso lo importante es contener emocionalmente a la persona que atendemos y continuar preguntando y escuchando con habilidad terapéutica, hasta que pueda expresarlo, de la manera que sea (no solo verbalmente), para que luego le permitamos elaborar lo que piensa y siente sobre lo que expresa.
Así que facilítenos nuestra labor para que le podamos ayudar mejor, cuando le preguntemos en consulta, en la medida de sus posibilidades, cuéntenos lo que le ocurre.
¿Tiene sentido mentirle a un profesional al que acudes para que te ayude en una sesión que vas a pagar?
Pues sí, puede tener sentido, aunque parezca en principio una pérdida de tiempo y un esfuerzo en vano (económico y emocional) para el paciente y para el psicoterapeuta.
Como dije anteriormente, como a priori nos creemos todo lo que nos cuentan, no vamos a caer en la trampa de intentar adivinar qué es o no mentira. Es más, a veces la mentira es útil, nos protege cuando todavía es necesario que lo haga. Por eso incluso en ocasiones le damos a la persona permiso para mentirnos si así se siente más cómoda, pues lo importante es que ya ha dado el primer paso para ayudarse, está en la consulta y ya en ese momento está haciendo psicoterapia, y por tanto nos ha dado una oportunidad para ayudarla.
Nadie está obligado a contarnos nada que no quiera contarnos, por eso habitualmente transmitimos en la primera sesión, a modo de encuadre, que si hay algo de lo que no quieren hablar que no lo hagan. 
Paradójicamente estas consignas terminan causando el efecto contrario ya que la persona se siente con libertad para hablar de lo que le apetezca y ello provoca que hable de aquello que creía que no iba hablar o que no podía hablar.

Los psicoterapeutas no trabajamos con la sinceridad, la cual obviamente agradecemos, nos gusta más y es más útil trabajar con la honestidad.

Hay personas que cuentan todo con mucho detalle, sin faltar a la verdad, al menos por lo que dicen y aparentemente, pero es como si entraran en un bucle infinito que poco les ayuda a resolver su situación y que a los psicoterapeutas nos resulta a veces más complejo de cortar y encauzar de lo que parece.
En cambio, hay otras personas que, ante la imposibilidad de poder hablar de algo que les resulta muy difícil, o no te cuentan toda la verdad y/o ocultan cosas, o se bloquean y lo expresan emocionalmente a través del lenguaje no verbal, o te cuentan una realidad alternativa en la que el problema que tienen es menos importante o de menos peso y por eso es más soportable. Estas personas suelen ser más honestas consigo mismas y con el Psicoterapeuta, y más congruentes con su realidad psíquica, y su forma de expresarse suele ser más interesante para facilitar el trabajo psicoterapéutico si se sabe observar y canalizar.
No debemos olvidar nunca que la mentira, que puede llegar a ser muy dañina y tóxica, siempre tiene en el fondo un valor adaptativo con nosotros mismo, con los demás y con el contexto familiar, social, cultural, etc. Los Psicoterapeutas no somos detectores de mentiras, pero sí somos expertos en tratar de entender qué sentido tiene la mentira o la distorsión de la realidad cuando es evidente que existe. A partir de ahí podemos enfocar, entre otras muchas posibilidades, el desarrollo de las sesiones. Por tanto el contenido de una mentira bien entendida nos ayuda en el proceso psicoterapéutico.
Los psicoterapeutas no trabajamos con la sinceridad, la cual obviamente agradecemos, nos gusta más y es más útil trabajar con la honestidad. Así que en resumen, si es sincero con nosotros bien, y si nos miente también bien.


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