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Una historia del Amor

¿Conocéis la historia de Psique (Alma) y Amor (Eros o Cupido)? Seguro que habéis escuchado alguna vez la frase de “el Corazón (Amor) tiene razones que la Razón (Psique) no entiende”. El amor y las pasiones, y la cordura o la locura… la mitología griega, de gran influencia en nuestra cultura occidental, nos da algunas pistas para acercarnos a esta aparente contradicción. Echémosle un vistazo.
Este verano, estando de vacaciones en París y visitando el museo del Louvre, me quedé absorto e impactado durante un rato contemplando la belleza sublime de la escultura “Psique reanimada por el beso del Amor”, esculpida por Antonio Canovas en 1787, considerado el mejor escultor neoclásico. Cuando salí de mi particular trance, y los visitantes me lo permitieron, hice la foto que acompaña a esta entrada del blog, y seguí caminando por las galerías del museo pensando en el poder que tienen las historias mitológicas, poder del que muy probablemente acababa de ser víctima al contemplar la obra.
De una manera u otra todos conocemos los mitos, sobre todo los que impregnan nuestra cultura. Las sociedades, las comunidades, los clanes, etc., desde tiempos inmemoriales se han encargado de transmitirlos y de traducirlos (a través de cuentos, pinturas, esculturas, obras de teatro, textos, etc.), pero curiosamente en sus transformaciones siempre hay un núcleo de significados muy potentes, casi inviolables y trascendentales, que se integran y asimilan en nuestros sistema de creencias y valores, quedando en muchas ocasiones totalmente fuera del alcance de nuestra mente racional y consciente gracias a sus contenidos simbólicos y arquetípicos. Esto último es lo que hace a los mitos especialmente poderosos como principios rectores de nuestra forma de entendernos a nosotros mismos, y de entender el mundo que nos rodea y las relaciones con los demás.
¿Pero qué un es mito? Es un relato tradicional que se refiere a acontecimientos prodigiosos protagonizados por seres sobrenaturales o extraordinarios, tales como dioses, semidioses, héroes, monstruos o personajes fantásticos, los cuales buscan dar una explicación a hechos o fenómenos de una manera entendible y asimilable. Han existido desde siempre y están en la raíz de cada pueblo, de cada tradición conocida, de cada familia, de cada clan, y en general de cada grupo humano con una identidad propia.
En la actualidad le damos poca importancia a los mitos, o eso creemos, tanto a los antiguos como a los modernos, porque no paramos de crearlos y recrearlos. Sin embargo es difícil escapar de sus influencias. Por tanto en vez de escapar acerquémonos a ellos, sobre todo emocionalmente, y utilicémoslo como herramientas para crecer y evolucionar sin perder nuestras raíces, ya que son parte sustancial y esencial de nosotros mismos como individuos y como sociedad.
Volvamos a “Psique reanimada por el beso del Amor”, aprovechando mi experiencia en el museo del Louvre me gustaría recontaros la historia y que cada cual la intente hacer un poco suya en su propia experiencia vital.
Amor, Eros, o Cupido, según algunas versiones nació al mismo tiempo que la Tierra (Gea), después del caos, sin embargo lo más corriente es considerarlo como hijo de Afrodita (diosa de la belleza, del amor, el deseo, el matrimonio y la reproducción) y Ares (dios de la guerra, que personifica y representa la brutalidad, la violencia, la confusión, el tumulto y los horrores de la batalla). Zeus, padre de todos los dioses, que catalogó a su nieto Amor como un ser maligno, seductor y engañoso que podía llegar a causar grandes males al mundo, para prevenir que esto no sucediera mandó a su hija Afrodita a que se deshiciera de él. Pero Afrodita, como buena madre, lo desobedeció y lo ocultó en un bosque para engañar a Zeus y que éste no lo descubriese. Amor sobrevivió en el bosque amamantado por leones y tigres. Cuando se sintió lo suficientemente fuerte se armó con un arco y flechas y se entrenó disparándoselas a los animales que lo cuidaron antes de empezar a disparárselas a los humanos. Amor tenía la apariencia de un niño robusto, de aspecto angelical, siempre sonriente y poseía alas, pero bajo esta fachada de inocencia ocultaba una naturaleza maligna y caprichosa, acorde con la herencia de sus padres, el dios de la guerra y la diosa del amor.
Las historias de las maldades de Amor son infinitas, pero la más interesante es la que nos cuenta sus desventuras con Psique (o Alma), la hija de un rey muy poderoso. Psique era tan bella y exigente que ningún pretendiente la satisfacía. Otros dicen que eran los propios pretendientes los que se sentían anonadados frente a tanta belleza, por eso la adoraban, como a Afrodita, y no se atrevían a acercarse a ella. Afrodita obviamente estaba celosa de ella por este motivo. El oráculo, para cambiar la situación de soltería y que tuviera descendencia, aconsejó a los padres que la vistiesen como una novia y la abandonasen en una roca en el bosque, donde un monstruo horrible iría a poseerla. Psique estaba horrorizada por lo que iba a pasar, pero lo aceptó. Poco después de abandonarla los padres sintieron como si un fortísimo viento se llevase a su bella hija hacia algún lugar remoto. Esto fue lo que creyeron los padres de Psique que pasó. Lo que realmente sucedió fue que Afrodita, que como dijimos estaba celosa de la belleza de Psique, aprovechando que los padres siguieron el consejo del oráculo, mandó a su hijo Amor a que le lanzara una flecha a Psique para que se enamorarse del hombre más horrible y ruin que encontrase. Sin embargo, Amor, como otros tantos pretendientes, al verla se rindió ante su belleza y se enamoró de ella, lanzando la flecha al mar. Amor esperó a que Psique se durmiera en el lugar en el que la habían abandonado sus padres y, sin que ella se diera cuenta, se la llevó volando hasta su palacio. Por eso cuando Psique despertó en ese lugar remoto, lejos de ser un sitio horrible, resultó que lo que encontró fue un palacio habitado por miles de personas que estaban allí exclusivamente para servirla. Al rato de estar allí se quedó dormida de nuevo.
Como era de esperar, Amor tenía que ocultar lo que había hecho a su madre, Afrodita, para no despertar su ira contra él por haberla desobedecido. Por eso decidió ir al palacio solo de noche, para que ni su madre ni los sirvientes se dieran cuenta, y para que Psique no descubriera cual era su aspecto físico y por ese motivo lo pudiese rechazar, ya que le avergonzaba no parecer un hombre adulto. Cuando Psique despertó el primer día que estuvo en el palacio sintió a su lado, en la oscuridad, la presencia de alguien. Aunque no lo podía ver no le pareció tan monstruoso como temía. Amor, que tenía que evitar a toda costa ser descubierto tanto por Afrodita como por Psique, prohibió a esta última que lo pudiera ver y que indagara sobre su identidad advirtiéndole que si alguna vez lo hacía la abandonaría. Estas restricciones no impidieron que Amor y Psique se amaran todos los días al amparo nocturno de la oscuridad.
Una noche Psique, que se sentía feliz, le contó a su amado que echaba de menos a sus hermanas y quería verlas.  Amor aceptó que fuera a visitarlas, pero también le advirtió que sus hermanas querrían acabar con su dicha. A la mañana siguiente Psique estuvo con sus hermanas, que le preguntaron envidiosas quién era su maravilloso amado. Psique, incapaz de explicarles cómo era, puesto que no le había visto nunca, titubeó y les contó que era un joven que estaba de caza cuando fue abandonada en el bosque, pero acabó confesando la verdad: no sabía quién era realmente. Las hermanas de Psique la convencieron para que en mitad de la noche encendiera una lámpara y observara a su amado, asegurándole que sólo un monstruo querría ocultar su verdadera apariencia. Psique les hizo caso y encendió una lámpara de aceite para verlo mientras dormía, desobedeciendo lo que este le había dicho. Para su sorpresa descubrió que era un adolescente, casi un niño, pero de gran belleza. Una gota de aceite hirviendo cayó sobre la cara de Amor  y éste despertó sobresaltado, al darse cuenta de que Psique lo estaba mirando, y con una mezcla de sentimientos de vergüenza, enfado y decepción, porque Psique había incumplido lo que le dijo, se marchó, o más bien huyó. Lo cierto es que abandonó a su amada.
Psique quedó privada de la protección de Amor y pidió a Afrodita que se lo devolviese, pero la diosa, enfadada por lo que había hecho su hijo Amor y celosa de la belleza de Psique, le dijo que si quería recuperarlo tenía que realizar cuatro tareas, tareas casi imposibles de realizar para un mortal. Psique con gran pericia las lleva a cabo, pero como cuarta tarea, Afrodita, que por el estrés de cuidar a su hijo, deprimido y enfermo como resultado de la desobediencia de Psique, decía que había perdido parte de su belleza, le pidió que fuese al infierno, para que le pidiese a Perséfone, la mujer de Hades, dios del inframundo, un poco de su belleza, la cual debía guardar en una caja que no podía abrir. Psique volvió a superar la prueba y cuando salió del infierno decidió abrir la caja, desobedeciendo de nuevo, para tomar un poco de la belleza que llevaba para sí misma, pensando que si hacía esto Amor la volvería a amar con toda seguridad. Pero dentro no estaba la belleza que ella suponía y sí una sustancia que la hizo sumergirse en un largo y profundo sueño. Amor, que se dio cuenta de que no podía olvidar a su amada y de que la había perdonado ya, fue en busca de ella y la despertó de un flechazo. Volvió con ella al Olimpo y pidió a Zeus y a Afrodita poder casarse con Psique, éstos accedieron y Zeus convirtió a Psique en inmortal. Afrodita bailó en la boda de Amor y Psique, y la hija que éstos tuvieron se llamó Placer.
Cuando contemplé las siluetas y formas del blanco marmol casi virginal de la escultura de Antonio Canovas representando el momento del reencuentro en el cual Psique es reanimada y salvada por Amor de seguir en un trance infinito, probablemente mi propio sistema de creencias se conmovió emocionalmente accediendo a todos esos significados profundos de la historia mitológica en cuestión de segundos y de forma inconsciente. Quizás conecté con la parte de la “desobediencia” y la “curiosidad”… puede ser. Lo que sí sé es que, desde mi parte racional y consciente, me dio la oportunidad y me animó a compartir esta entrada en mi blog.
¿Qué os dice de vosotros mismos este mito? Seguro que ni la escultura ni la historia os dejan indiferentes.

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