Probablemente en alguna ocasión hemos escuchado la propuesta por parte de alguna pareja de “vamos a darnos un tiempo”, o hemos sido nosotros quien la hemos planteado, o quizás haya pasado por nuestra cabeza el plantearla pero no lo hemos hecho, o incluso ha podido ser un mutuo acuerdo o un aparentemente mutuo acuerdo donde uno de los dos no está del todo conforme con la propuesta. Sea como sea, una vez que aparece la frase en el contexto de la relación, a partir de ese momento se abre un periodo de incertidumbre que plantea un primer interrogante que de algún modo hay que justificar y dotar de contenido por ambas partes: ¿Un tiempo para qué, con qué intención? Además, este lapso de tiempo que se empieza a vislumbrar normalmente suele generar sufrimiento en al menos uno de los miembros de la pareja, y en muchas ocasiones a medio plazo en ambos.
Desde un punto de vista técnico, como terapeutas de pareja, nos podemos plantear preguntas como: ¿Es un proceso útil o terapéutico para la pareja? ¿Qué aporta o en qué beneficia? Pero no seamos ingenuos y seamos un poco realistas, el primer impacto que recibe la persona que escucha la frase está cargado de suspicacias, dudas y miedos, y quien lo plantea tampoco tiene muy claro nada sobre la continuidad de la pareja.
Si le cuentas a cualquier persona de tu entorno que un amigo o amiga tuya le ha hecho esta propuesta a su pareja, con una alta probabilidad lo primero que te van a decir es que el objetivo de quien lo ha propuesto, ya se de manera consciente o inconsciente, es ganar tiempo para conocer a otro persona o vivir sin ciertos compromisos que de manera natural se generan en la pareja, pero guardándose debajo de la manga lo que podríamos llamar el comodín del cobarde, es decir, la posibilidad de poder volver con la pareja si el nuevo proyecto no va bien, o no lo vemos tan claro, o no nos satisface la nueva situación. Dicho en términos coloquiales: “Quiero explorar otras cosas sin ti, pero como no estoy seguro quiero que me esperes por si me doy el batacazo y reseteo al punto de partida”.
Pero también es cierto que en otras ocasiones la situación no es tan ruin o perversa, y puede que uno de los miembros de la pareja, o los dos, se hayan dado cuenta de que se sienten incómodos o angustiados dentro de ella. Entonces estaríamos ante una forma de negación de que la pareja no funciona y se estaría dando una solución de compromiso basada en el miedo a la soledad, a equivocarse, al compromiso, etc., dando lugar a preguntas del tipo: ¿Y si me equivoco? ¿Y si la pierdo para siempre? ¿Si lo dejamos la echaré de menos? ¿Me arrepentiré en un futuro?
Las relaciones de pareja pasan por malos momentos que sufre uno de los miembros al margen del otro, o los dos juntos, que tienen que ver con diferentes circunstancias y motivos, pero si utilizamos esta forma de afrontar la crisis, ya sea la crisis personal o relacional, al menos deberíamos ser conscientes de qué significa para cada uno darse un tiempo y cómo se va a desarrollar ese tiempo.
Quizás en primer lugar, como especialistas en pareja, y teniendo en cuenta aspectos reales y prácticos del cómo y de qué manera se hace esta propuesta, deberíamos preguntarnos: ¿En qué situaciones no deberíamos de decir “vamos a darnos un tiempo” y sin embargo la hacemos? Y son las siguientes:
Cuando en realidad quieres romper definitivamente. Romper con alguien es una experiencia dura, porque a pesar de que se tenga claro que no se quiere seguir en esa relación la persona no sabe cómo llevar a cabo la ruptura, ya que no quiere hacerle daño al otro y quiere facilitar que se vaya dando cuenta poco a poco de una situación que, pasado un tiempo, no va a tener retorno. Pero lejos de atenuar el daño y el dolor, la propuesta de “darnos un tiempo” provoca que la otra persona se siga haciendo ilusiones, no elabore adecuadamente el duelo por la relación perdida y le impida que rehaga en condiciones su vida sentimental. Si se quiere romper es mejor afrontar la situación directamente aunque con tacto, ya que “darnos un tiempo” solo alargará la agonía y hará incluso que, pretendiendo amortiguar el impacto, la ruptura sea más traumática.
Cuando quieres experimentar con otras personas. Hay personas que llevan mucho tiempo en una relación, y quizás la monotonía lleve al aburrimiento, y con ello pueden reaparecer las ganas de sentirse deseado, de tener un nuevo enamoramiento, o simplemente, de tener relaciones sexuales con otras personas. Y todo esto es algo que se puede sentir de manera legítima, pero el bálsamo de “darnos un tiempo” no es la mejor opción, ya que, si no se aclaran las cuestiones del por qué de “darnos un tiempo”, el otro no dejará de sentirse engañado cuando se retome la relación de pareja, y quizás la conciencia del que hizo la propuesta para estos fines no quede del todo tranquila al haber actuado sabiendo lo que pretendía. Si se quiere vivir con otras personas este tipo de sentimientos y sensaciones es mejor plantearlo abiertamente a la pareja y tratando de no dañarla, y así enfrentar diferentes opciones y posibilidades, pero siempre dando la opción a que el otro sea consciente de las circunstancias. Pero claro ¿Estamos preparado si se hace así para lo que el otro nos pueda decir a este respecto? A lo mejor también quiere vivir lo miso.
Cuando tienes una rama nueva y no quieres soltar la otra, o el efecto “liana de Tarzán”. Es probable que uno de los miembros de la relación se esté enamorando de otra persona y que quiera probar a empezar una nueva relación, pero no se atreve a romper con su pareja porque no sabe si esta nueva relación saldrá bien y quiere guardarse una bala en la recámara. En esta situación “darnos un tiempo” es una propuesta muy egoísta y perversa, por ello es mejor enfrentarse a la situación y decir lo que pasa, y es probable que la pareja se rompa, pero al menos si hay alguna posibilidad de volver en un futuro será una posibilidad sana.
“El hombre que pretende ver todo con claridad antes de decidir nunca decide.”Henry Amiel, filósofo y escrito.